Sierra de Santo Domingo, Entorno Natural en la Provincia de Zaragoza
Sierra de Santo Domingo
La Sierra de Santo Domingo comunica la llanura de las Cinco Villas con la provincia de Huesca, y es una zona de altura. Los poco más de 1.500 metros de altitud del pico Santo Domingo, el que brinda su nombre a la sierra, ofrecen una vista sensacional de una de las zonas más vírgenes de Aragón.
Los que no aspiren a llegar hasta lo más alto de la sierra pueden optar por seguir otros caminos, muy poco transitados, para atravesar los innumerables barrancos, los densos bosques e ir acompañados de los buitres que, desde lo alto, son los más fieles visitantes de la desconocida sierra de Santo Domingo.
Pero ser una sierra tan salvaje tiene un lado positivo, disfrutar del silencio y la naturaleza en su estado más puro, y uno negativo, los caminos a duras penas se conservan en un estado aceptable y los barrancos están en muchas ocasiones tapados por la maleza. A pesar de ello, dar un paseo por sus caminos y pistas -aunque no se encuentren muy bien cuidadas- ayuda a descubrir un paisaje poco difundido de la provincia y, quizá por ello, muy atractivo y auténtico.
La tranquilidad del Lugar y la belleza agreste del entorno invitan a su contemplación sosegada y a disfrutar de los variados rincones que en la Sierra de Luzientes y las Rallas de Santo Domingo se hallan.
Las Rallas son unos espectaculares cortados producto de la erosión y que a sus faldas acogen una rica representación de flora y fauna.
Esta zona de sierra pertenece al Prepirineo o Sierras Exteriores del Pirineo, y por su orientación Oeste-Este, recibe corrientes húmedas atlánticas, dando como resultado una sorprendente y variada vegetación autóctona.
En las umbrías conviven las hayas con pinos, acebo, boj, helechos y tileras. La vegetación, típicamente mediterránea, con bosques de encinas, carrascas, robles, enebros, endrinos, etc.
Lógicamente en este decorado de bosques y verticales paredes, la fauna ha encontrado un hábitat ideal, se encuentran entre otros los amenazados quebrantahuesos, jabalís, ardillas, garduñas, buitres, comadrejas, alimoches, etc.
Es normal, pues, que el otoño brinde una explosión cromática espectacular y que sus micológicos frutos otoñales se traduzcan en el delicioso morrico corzo (negrilla), fongo baboso, fongo royo u rebollon, seta i ringlera (senderuela) o ya en primavera la exquisita isana o usón (sisón o seta de San Jorge).
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