Molinos de Pólvora en Villafeliche, Tradiciones Populares en la Provincia de Zaragoza

Molinos de Pólvora en Villafeliche, Tradiciones Populares en la Provincia de Zaragoza

4-12-2019 / POR Administrador

Molinos de Pólvora en Villafeliche

Molinos de Pólvora en Villafeliche

La historia de los molinos de pólvora de Villafeliche se remonta al siglo XVI. En la localidad existían minas de salitre, así como abundante cáñamo en su próspera vega que se utilizaba para hacer carbón vegetal y fibra empleada tanto para la fusilería como para la artillería, hasta finales del XIX. Asimismo, la población se encuentra en un valle cerrado, surcado por el Jiloca, a resguardo del viento. Estos factores, unidos a la distancia a la localidad turolense de Libros, 170 kilómetros, con importantes minas de azufre, convirtieron a Villafeliche en el centro ideal para la fabricación de la pólvora.

En 1764 Villafeliche contaba con 165 molinos de pólvora, que con el transcurso de los años llegaron a rebasar los 200. Cada uno de ellos integraba las Reales Fábricas de Pólvora de Villafeliche. Estos molinos poseían en su interior una maquinaria similar a la de los martinetes y batanes. Una maza accionada por el agua trituraba el salitre a una velocidad de un golpe por segundo. Un barril servía para pavonar la pólvora fabricada, de manera que no se desmenuzaran las bolitas en las que se comercializaba. Cada molino era un edificio independiente, con techumbre frágil, a base de cañizos, vigas finas y tejas árabes. Esto, con la finalidad de que en caso de explosión la onda expansiva no encontrara resistencia, al tiempo que se evitaba la posibilidad de que fuesen lanzados al aire grandes bloques, con la consiguiente peligrosidad para la integridad física de la población.

La decadencia llegaría en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el Gobierno había mandado desmantelar las Reales Fábricas de Pólvora. A partir de entonces, la fabricación sigue aunque de manera clandestina, a cambio de un mísero jornal, y siempre con la incertidumbre de ser perseguidos por la justicia. Una fábrica de salitre incautada en 1865 en Villafeliche arrojaba, según datos desprendidos del auto de su clausura, una producción anual de 12.669 kilos.

Aunque en los inicios del siglo XX se había conseguido la reducción del humo en el uso de la pólvora, esto no sucedía así con la pólvora negra que se seguía produciendo en Villafeliche.

Su demanda para el ejército era por lo tanto mínima, ya que su empleo obstruía los cañones de las armas, e inundaba de humo los campos de batalla. Renqueando aún continuó la fabricación hasta mediados de los años 1960, década en que aún se contabilizaban 12 molinos en la localidad. La paralización definitiva se produjo en 1983, a raíz de la detención del terrorista de ETA Santi Potros, a quien se le incautó documentación con información sobre los molinos de pólvora de Villafeliche, y se optó por el cierre definitivo de los mismos.

Fabricación de la pólvora

En unos molinos de piedra se molía la mezcla de salitre, carbón y azufre, ligeramente humedecida, y se batía en las mazas de los molinos durante un período aproximado de ocho días. Superado este tiempo se tomaba una muestra con la que se restregaba un papel. Si el resultado era una mancha sinuosa en la celulosa, entonces se debía añadir un poco más de agua a la pólvora y batirla durante ocho días más. Una vez que el resultado era satisfactorio, se cribaba la pólvora producida y se obtenían bolitas menudas que se secaban al sol extendidas en mantas.

Cuando hacía viento, el aire esparcía por la estratigrafía del terreno granos de pólvora en suspensión. Hoy, en cortes naturales del terreno aún es posible discernir estas líneas, que marcan (como los círculos concéntricos en el tronco de un árbol) los años en que fue fabricada.

La pólvora negra de Villafeliche manchaba mucho las manos, de modo que para reducir su potencial de manchado, en muchas ocasiones se echaba parafina al preparado. La consecuencia negativa era que la pólvora perdía fuerza.

El modo de venta era encapsular la pólvora en vasijas de barro. Ambas industrias se complementaban perfectamente, de manera que Villafeliche llegó a tener los mismos alfares que molinos, unos doscientos.

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